jueves, diciembre 21, 2006

Esta foto es de la Navidad de 1960. La pequeña del medio, asombrada e ilusionada, soy yo. Y mi padre ríe al ver a Papá Noel, que es nada menos que mi madre! Al fondo y viniendo en busca de los regalos, toda la familia. Por supuesto, en la casa de La Teja.
Con este recuerdo, les deseo a todos una muy, pero muy Feliz Navidad, y un 2007 lleno de felicidad y amor.
Laura

martes, octubre 03, 2006

En el acto de presentación del viejo sitio web de homenaje a Hugo Batalla, el 3 de octubre de 2003, se recibieron emotivas palabras de recuerdo. Las transcribimos, y vaya con ellas nuestro recuerdo afectuoso y emocionado para Italo Colafranceschi, que recientemente nos dejara.


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Carta de la Bancada del Foro Batllista

Señora
Dra. Laura Batalla y flia.
Presente

De nuestra mayor consideración:

La Bancada de Diputados del Foro BatIlista hace llegar su adhesión a este acto conmemorativo a la memoria del Ex Vicepresidente Don Hugo Batalla.

Las palabras huelgan al hablar de un hombre que más allá de los títulos académicos o políticos que ostentó, se le conoció y reconoció como un hombre íntegro, probo, honesto, con la humildad que tienen los grandes hombres, así lo sintieron todos, los de una bandera política y los de otra, la ciudadanía, aún aquellos compatriotas intolerantes que lo hicieron migrar a otro barrio ("con el Hugo, no se puede") .

En la memoria colectiva, se perpetuará la imagen del componedor, del Vicepresidente, del amigo, del abogado que transitaba con un viejo portafolio la Ciudad Vieja durante las épocas oscuras de nuestro país defendiendo a presos ideológicos, aunque no comulgara con su ideología, quedará la imagen del "Hugo". Quedará la imagen de una Asamblea General de pie, aplaudiendo, no al visitante extranjero de turno, sino a su Presidente, como homenaje en vida a su forma de proceder, a su integridad en todo sentido.

Un fuerte abrazo,

Dip. Washington ABDALA
Dip. Guzman ACOSTA Y LARA
Dip. Gustavo AMEN
Dip. Nahum BERGSTEIN
Dip, Ruben DIAZ
Dip. Alejo FERNANDEZ CHAVES
Dip. Tabaré HACKENBRUCH
Dip. Guido MACHADO
Dip. Oscar MAGURNO SOUTO
Dip. Ricardo MOLINELLI
Dip, Martha MONTANER
Dip. Ronald PAIS
Dip. Yeanneth PUÑALES
Dip. Julio Luis SANGUINETTI
Dip. Diana SARAVIA
Dip. Alberto SCAVARELLI
Dip. Pedro SEÑO
RALE
Dip. Walter VENER

Por la Bancada,
Dip. Julio Luis Sanguinetti
Coordinador

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Carta del Presidente del BID, Cr. Enrique Iglesias

BANCO INTERAMERICANO DE DESARROLLO
WASHINGTON, D. C.
PRESIDENTE

10 de septiembre de 2003
Dra. Laura R. Batalla
Canelones Uruguay

Estimada Laura:

Lamento enormemente que compromisos impostergables no me permitirán estar presente el 3 de octubre en el acto recordatorio en honor del amigo Hugo.

Usted sabe bien de la entrañable amistad que me unía a su padre. En él encontré una persona buena en el profundo sentido de la palabra. Una persona comprometida con los ideales de justicia y de solidaridad hacia los demás, que reflejaba en cada acto de su vida, tanto pública como privada. Una persona cuya acción pública fue siempre consistente con sus ideas. Ciertamente, no hay muchos políticos de su estirpe.

Era inimaginable acudir a él por consejo o ayuda, sin encontrar comprensión y respuesta. Yo lo hice en múltiples oportunidades cuando estuve en el Gobierno y fuera de él. Cuando veo las turbulencias políticas y económicas que nos rodean en el país y el exterior, pienso en cuánto extrañamos el sentido común, el equilibrio y la sonrisa generosa del amigo Hugo.
Junto con mis recuerdos, le hago llegar un estrecho abrazo.

Enrique V. Iglesias


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Carta del Embajador ante los EEUU, Prof. Hugo Fernández Faingold

29 de setiembre de 2003
Dra. Laura Batalla

Querida Laura:

Con inmensa alegría recibo la noticia que me envías sobre el merecido homenaje a Hugo. ¡Era tiempo ya de hacerlo! Y me parece, además, interesante e imaginativo.
Lamentablemente, como imaginarás, no podré acompañarlos más que desde este lejano Washington. Te pido, no obstante, hagas llegar a toda la familia y amigos un caluroso saludo, felicitaciones por la iniciativa y un emocionado recuerdo.
Un abrazo,

Hugo Fernández Faingold
Embajador Uruguayo en los Estados Unidos de América

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Carta del Ministro de Defensa Nacional, Prof. Yamandú Fau

Señoras
Hilda y Laura Batalla
Presente

Muy queridas amigas:

Obligaciones de gobierno me retienen fuera del país hasta el día de mañana. Siéntanme junto a ustedes.

Estos 5 años ya transcurridos no han hecho más que afirmar compromisos de ideas y conductas que Hugo Batalla hizo nuestras.

Qué mejor uso se le podía dar al avance tecnológico de la comunicación, que difundir los valores que guiaron por siempre una vida humana tan noble y tan comprometida con la libertad y las causas justas.

Con dolor, con lágrimas, pero como él hubiera querido, también con una sonrisa, recordamos a quien no pasó en vano por la vida política del país.

Un abrazo grande a toda la familia.


El Ministro de Defensa Nacional
PROF. YAMANDU FAU

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Carta del Sr. Italo Colafranceschi

30 de setiembre de 2003

Sra. Laura Batalla

Te agradezco la invitación a lo que seguro representa todo para vuestra familia, el recuerdo del hombre que dejó a cada uno de nosotros su estilo y conducta de vida a seguir.
Desde la isla de Menorca y saliendo en estos momentos para Roma, te escribo para decirte que estaré junto a los tuyos en ese día tan importante.
Junto a mi señora Anahí, te dejo mis saludos y recuerdos.

Italo Colafranceschi

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Ceremonia realizada en el Salón de Fiestas del Palacio Legislativo, el 3 de octubre de 2003, en ocasión de cumplirse el quinto año del fallecimiento del Dr. Hugo Batalla, y de presentarse en sociedad el sitio web con su nombre. Lo que sigue es la versión taquigráfica de las palabras vertidas ese día, por su orden: Dra. Laura Batalla, Vicepresidente Prof. Hierro López, Dr. Carlos Maggi, Dr. Julio María Sanguinetti.


SEÑORA BATALLA.- Es un gusto realmente ver a esta enorme cantidad de amigos reunidos en un día como hoy. Quiero agradecerles a todos que nos acompañen en este día en que hace cinco años que el doctor Hugo Batalla, en ese entonces Vicepresidente de la República, dejaba de estar físicamente entre nosotros. Desde ese momento, hemos sentido la necesidad y la obligación de perpetuar en la memoria común los hechos y los recuerdos de los casi 50 años de vida política de mi padre. Pensamos en escribir un libro, pero creemos que eso sería para los que saben y quizá deba transcurrir más tiempo para dar a los hechos la perspectiva histórica que seguramente hoy aún no tienen.
Entonces, surgió la idea de unir nuestros recuerdos familiares con los de la gente, o sea que no solamente nosotros contáramos nuestros recuerdos, sino que cada persona que lo quisiera y que los tuviera pudiera hacerlo. Sería como los relatos que diariamente durante estos cinco años nos han hecho en el trabajo, en la calle y en reuniones acerca de un juicio ganado, de una casa salvada, de alguien puesto en libertad o, simplemente, una anécdota divertida o un acto solidario en el momento oportuno.
Pensamos que un sitio Web era el lugar ideal. Todos pueden intervenir y compartir los textos y las imágenes puestos allí para provocar el recuerdo. Estaba la idea y había que llevarla a la práctica. Ahí estuvo Santiago Badano, que es diseñador Web desde siempre, creo que desde que nació pero, sobre todo, es un gran amigo de la familia y, apenas le planteamos la idea, estuvo dispuesto a involucrarse. Tuvo mucha paciencia con mi ignorancia y mi ansiedad. Diseñó un sitio sencillo y sobrio en el que será fácil integrar todo el material que llegue. A él nuestro agradecimiento de corazón.
Agradecemos también a todos los amigos que nos dieron apoyo, a los que nos dieron ánimo, en definitiva, a los que creyeron que era una buena idea y que valía la pena plasmar en ese espacio virtual que es la Web la realidad de una vida consagrada al servicio público.
Gracias a la gente del Palacio Legislativo, de este Palacio que el doctor Batalla abrió a la gente con conciertos, exposiciones, encuentros de discusión, donde tuvieron lugar todas las ideas y todas las tendencias, todas las personas sin distinción. Este Palacio fue, sin duda, su segundo hogar. Es el hogar del Parlamento, esa institución que él nos enseñó a querer y de la que decía que era como la madre, que nos damos cuenta de lo que vale cuando la perdemos.
Como no quiero hacer lo mismo que con el Parlamento, también quiero agradecer a su compañera de siempre, a mi mamá que ha sido y es ejemplo de fuerza y de valor.
Gracias a quienes nos acompañan aquí, en la Mesa. No los voy a nombrar de a uno porque, seguramente, podría cometer alguna equivocación.
Asimismo, quiero expresar públicamente mi agradecimiento al doctor Julio María Sanguinetti y a Martha, que han sido amigos de todas las horas en estos cinco años que, de pronto, han sido duros para el país, en los que han pasado cosas difíciles y en los que, en lo personal y familiar, hemos tenido la enorme alegría de que nuestra familia se agrandara por el nacimiento de mi nieta Aldana, que tiene cuatro años y hoy ya nos acompaña en este homenaje.
Gracias también al doctor Maggi, que aceptó embarcarse con nosotros en este proyecto y a Luis Hierro que viajó antes de tiempo para poder acompañarnos.
Hugo Batalla fue y es ejemplo de honestidad y tolerancia, de coraje y de solidaridad, pero no como palabras grandilocuentes o como expresión de voluntad, sino como el acto cotidiano de servicio, la conducta diaria de ayuda y respeto por el prójimo. Hizo de la alegría y el humor sus compañeros de cada día y no se avergonzó de sentir y mostrar ternura y amor.
Decía que la política es mucho más que ocupar un cargo público, es compromiso, es involucrarse, es jugarse por los principios y hacer lo que uno cree que debe hacer. A eso tiende este proyecto que hoy se inicia y para el que contamos con la memoria de todos ustedes, porque la historia colectiva, la historia grande es también la suma de las historias individuales. Para que esos valores a los que mi padre hizo pilares de su vida permanezcan en nuestra memoria y sean ejemplo para las generaciones futuras.
Muchas gracias a todos.


SEÑOR HIERRO LÓPEZ.- En mi condición de Presidente del Senado, cargo que en forma tan digna y brillante ejerció Hugo Batalla, siento el deber de inaugurar este acto de conmemoración, un deber lleno de nostalgias y tristezas, pero también lleno de convocatorias. El recuerdo de Hugo Batalla no es un recuerdo congelado en el mármol sino que claramente nos convoca a los colorados, a los batllistas, y a quienes sin ser colorados o batllistas se sienten su amigo, como muchos de los que están aquí. Este recuerdo nos convoca, por lo tanto, a seguir haciendo grandes cosas. El ejemplo de su vida, su peripecia vital con ese origen tan humilde y el arribo a las principales investiduras, su honestidad a carta cabal, la permanente defensa de la democracia que en Batalla tuvo un abanderado, su defensa de los derechos humanos, aquí y en el mundo –al respecto, le comentaba a Laura hace unos instantes que vengo de una conferencia internacional, precisamente, en el día de ayer, donde recordaban su actuación en esta materia-, su sentido de la humildad y la sencillez para encarar las grandes cosas de la vida, su fraternidad, hacen que el homenaje a Batalla sea necesariamente hoy una reivindicación de la Política, con mayúscula. En tiempos en que sentimos que por razones diversas hay denigración de la política, la trayectoria vital, intelectual, legislativa y patriótica de Hugo Batalla, es una reivindicación de la política entendida como una misión: una misión de servicio, una misión para dar a los demás, una misión para consagrar permanentemente la vida y los ideales, una misión de honestidad, una misión de pobreza material y de riqueza espiritual que Hugo Batalla personificaba.
Creo que seguramente en tantos ejemplos que la vida pública nos ofrece en el país, este que hoy conmemoramos, es un ejemplo completo que debemos trasmitir necesariamente a las generaciones más jóvenes para que ellas también crean y confíen.
El Uruguay es como es, una formidable aventura espiritual e intelectual, un país que, siendo tan pequeño en otras cosas, es riquísimo desde este punto de vista porque ha habido miles y miles de hombres y mujeres como Hugo Batalla, generaciones tras generaciones, que lo construyeron con la misma esperanza con que él sobrevolaba los ataques tan crueles que tuvo en alguna parte de su vida, con la misma sonrisa que tuvo para enfrentar las dificultades, y con el mismo coraje que tuvo para las grandes decisiones políticas, las cuales eventualmente pueden verse como polémicas por unos u otros a lo largo de la historia pero que, sin duda, resumen un formidable coraje cívico. Siempre estaba la mano tendida para darle compasión a otras personas que fueran sus amigos o desconocidos. Era un hombre cabal y completo a quien en esta reunión evocamos para sentirnos mejores y más fuertes. Los días que vendrán para el país –que sin dudas serán todos difíciles y arduos- nos verán más completos a todos nosotros si llevamos al lado el recuerdo de Hugo con aquella sonrisa y aquella mano tendida.
Muchas gracias.

SEÑOR MAGGI.- Pienso que nos hemos reunido para memorar, para recordar - porque eso es una conmemoración- y para rememorar la vida de Hugo Batalla y no el dolor que nos provoca su muerte. Así que ésta puede ser una reunión amable y además alegre y no fúnebre.
Yo trabajo todas las semanas estudiando y meditando sobre algún tema y en ésta, mi intención no era exactamente esa pero sabía que iba a venir acá a hablar y terminé escribiendo en cierta medida lo que más me acuciaba cuando pensaba en mi amigo Hugo Batalla. Fuimos amigos mucho tiempo, durante muchos años, de una manera muy linda y nos vimos poco; fuimos amigos entrañables poco frecuentados. Pensaba por qué Batalla tenía para mí una vigencia tan importante y eso lo vinculaba con su vida pública. Entonces, comprendí algunos aspectos que no están en el vulgar de las derivaciones de una actividad como es la política, tan comentada, tan hablada, tan llevada y traída. Hay una brecha, de la que quiero hablar, que se hace entre los hombres públicos y sus seguidores. Me refiero a que la relación entre un hombre público que se ocupa de las cosas del bien común y la gente que lo sigue, sus partidarios, puede llegar a tener cualidades muy diversas. Esa relación se la ve ir cambiando en el tiempo y los hombres que hemos vivido muchos años hemos visto los sondeos de la misma entre seguido y seguidores y, de pronto, hay brechas que se abren. Pienso que en este momento, más que nunca, el fenómeno “te voto y no te aprecio” es muy significativo y muy trágico para una comunidad. Ese es uno de los puntos claves de lo que le está pasando a nuestro país, donde hay un descreimiento que va minando todas las relaciones y también ésta que es tan importante. La sociedad, en un sistema democrático –como es el que nosotros y el mundo vive-, es, por supuesto, un elemento elector –porque así está establecido por las normas- y vigilante. La sociedad cumple dos funciones políticas muy importantes: elige los candidatos que prefiera y, además, vigila a todos, a sus candidatos y a quienes no lo son. Cuando una sociedad se equivoca o afloja la atención moral e intelectual sobre cualquiera de sus dos funciones, incurre en lo que los abogados llaman, desde hace mucho tiempo, en una culpa “in eligendo” o en una culpa “in vigilando”. No son casuales las frases que nos llegan de la época romana; tienen años de sometimiento al olvido y, sin embargo, perduran. ¿Por qué se sigue diciendo “culpa in eligendo” y “culpa in vigilando”? Todos sabemos que una comunidad es responsable de sus Gobiernos y la frase es: “Cada país tiene el Gobierno que se merece”. No es tan común decir que cada país tiene la vigilancia que ejerce realmente. ¿Por qué cuento todo esto a propósito de Batalla? Porque el fenómeno que me ligó a Batalla, de quien fui su seguidor, estaba totalmente ajeno al voto que yo podía dar o no dar. A veces lo voté y a veces no lo voté; pero siempre lo quise y siempre lo preferí. Batalla me ofrecía a mí una seguridad, un aprecio, una razón para seguirlo, un quererlo que podía, a veces, diferir completamente del acto electivo el acto del afecto que me ligaba a él. No venía eso sólo de una relación personalísima, sino que venía también del ejercicio de mi vigilancia sobre lo que él hacía. Nadie se lo propone, pero si uno mira para atrás, todos saben que es así como uno actúa. Uno los ve actuar en la cosa política y los va midiendo, juzgando, viendo y va sacando su conclusión. El afecto, la relación con Batalla y la credibilidad que él tenía para mí, es que sabía que nada de lo que hiciera nunca iba a desmentirlo. Manrú ?, cuando vino alguna vez a Montevideo, dijo que un hombre se conoce cuando uno sabe todo lo que puede hacer y todo lo que no puede hacer. Hay una previsión de futuro en la captación de otra personalidad: es mi amigo, lo quiero y además confío en él. ¿Por qué le tengo fe? Porque en cierta medida sé las cosas que es, o no, capaz de hacer. Tal es esa convicción que, en un momento dado, cuando las cosas se hacen y son discutibles, prima esa primera sensación de confianza: si él lo hace tiene que estar bien.
Batalla fue un hombre discutible, un hombre de actitudes muy radicales, con cambios muy importantes. Se lo acusaba de indeciso; sin embargo, era de los más decisos que he visto, porque tenía capacidad para cambiar cuando quería y sentía que debía hacerlo. En muchas de esas oportunidades yo, que no coincidía con lo que él hacía y otras veces sí, sentía que en mí primaba –y esto es absolutamente verdad- la sensación de si él lo hace, él sabe por qué lo hace. Nos pasa a nosotros con los hombres públicos, con los amigos y con la familia. Cualquiera que tenga hijas sabe que va a haber un momento en que va a tener que pensar: si ella lo hace, y es como yo sé, está bien hecho.
Una vez llegué a la Facultad de Derecho y vi a mi hija que se estaba besando con el novio en la puerta de la Facultad. No sabía que tenía tanta confianza con el novio y mucho menos para besarse en público. Después pensé: si lo hizo, Ana María sabe, debe estar bien. Ya ahora esto queda bien, no está tan mal como yo lo estoy sintiendo, porque tenía confianza en ella. Ese es un fenómeno que se da en esa función “in vigilando” de la que hablaba. Todos los días nosotros vigilamos a quienes se ocupan de la cosa pública. Y observé una cosa más, que es importante: que esa función de vigilancia se afloja y puede ser avasallada por otro sentimiento, por otras apetencias y necesidades afectivas o, peor, partidarias. En este momento yo hablo con mucha gente de muchos Partidos y llevo muy bien la cuenta porque es mi trabajo. Yo trabajo toda la semana para jugarme el día domingo en lo que digo y sé que soy juzgado y estoy siempre vigilando a quienes lo hacen. Y en esa vigilancia encuentro una aflojada: no se trata de decir que yo tengo confianza y si él lo hace está bien, sino lo contrario, si lo que hace está mal, no me importa, no lo comparto, pero lo voy a votar, aunque lo que hace está fuera de lo que debiéramos hacer. Hay una especie de cornudez colectiva que lleva a una manga ancha, que es lo contrario de lo que es la confianza verdadera en quien se deposita el poder. Yo siento eso no sólo en el Uruguay. Siento que América Latina tiene un problema de inferioridad con respecto al mundo en el cual está enclavada, porque consciente más que otros países. Hay muchas cosas con las cuales un hombre se descalifica desde el punto de vista de su actuación política y pública. La relación con la cosa pública exige cánones, ciertas cosas que se pueden hacer y otras que, si se hacen, descalifican. La función de rechazo y de no querer más es la esencia del sistema democrático porque, en el fondo, la opinión pública vigila diariamente a los hombres en los cuales tiene necesidad de dar representación. Esa vigilancia es el último fenómeno de la democracia y se le llama opinión pública. Y cuando la opinión pública dice: “Esto no”, nadie es capaz de llevarle la contra a esa función soberana. Hay hombres que inspiran esa confianza y otros que no; existen fenómenos partidarios que se sobreponen a ese deber de vigilar, de rechazar y de apartar. Eso lo siento acá de manera muy intensa.y, cuando comparo con los países fraternos del área de Latinoamérica, pienso que es una característica desgraciada, una falta última de rigor, una falta de esa armonía a la que me refería cuando hablaba de Hugo y que abarca al continente entero.
Yo con Batalla tenía diferencias políticas. En un momento y en otro hemos estado separados y a veces hemos sido adversarios; nunca jamás tuve la menor duda de mi vinculación amistosa y de mi confianza última en lo que él hacía y de cómo era. Eso no lo veo suceder ahora, porque cuando rasco un poco a la gente que tengo entorno –que casi siempre difiere en mis opiniones- encuentro la horrible frase: “Lo voy a votar pero no lo quiero”, “Lo voy a votar pero no le creo”, “Lo voy a votar pero no sé lo que puede hacer”. Eso es terrible y, a mi juicio, ese es uno de los puntos sustanciales que menciono hoy, momento en que me propongo hablar de Batalla. En el caso de Batalla se hablaba con una claridad enorme. Estoy seguro que todos los aquí presentes condicen y coinciden conmigo en pensar que era un hombre formidable, era un buen hombre, que todo lo que él hacía tenía un fondo moral y un rigor, en el sentido de que no podía hacer nada indebido. Sin embargo, en materia política a veces coincidimos y a veces no; y ahora el caso es el contrario. Entonces, ese fenómeno, estrictamente cultural que refiere a las zonas del entendimiento y de la sensibilidad, rige en última instancia el destino de ser colectivo. Los errores, los distanciamientos y las aflojadas del ser colectivo se pagan con desgracias colectivas; mientras que el ajuste perfecto entre una cosa y otra se premia con los logros de una colectividad.
Yo estoy muy contento, muy feliz y pasionalmente jugado con este país, pero no puedo dejar de ver los defectos y las aflojadas de carácter emocional y racional que el mismo padece. Cuando vengo a hablar con ustedes sobre un hombre que se ha caracterizado por su actuación pública, no puedo dejar de hablar de lo que me importa y me conmueve más. He estado toda la semana tratando de apartar mi trabajo de escribir, para venir a hablar acá de Batalla. Tenía que decir esas cosas porque he estado mortificado toda la semana pensando en lo que iba a escribir el domingo. Estuve toda la semana pensando en Batalla -que era exactamente lo contrario-, en lo que yo necesitaba destacar y en lo que me hacía sentir bien. Por eso vine hoy acá a contarles esto, que es una experiencia personal, que a mí me importa profundamente, y que creo que a todos, de cierta manera, nos ha conmovido y nos hace pensar sobre lo que nos importa. ¿Cómo se sale de las desgracias que hemos tenido? Se sale no cambiando las cosas, sino cambiando la gente; se sale cuando la gente cobra otro concepto, cuando siente un rigor, cuando sabe que tiene un deber. Uno de los deberes que hay acá es imponer una idea, una cosa que importa. Los hombres que pueden llegar al Gobierno tienen que ser confiables. Eso es lo primero; luego vemos las otras diferencias, que son racionales, discutibles, negociables, aunque algunas no lo son. Para mí ahí está el centro de lo que yo quería decir sobre Batalla.
Muchas gracias.


SEÑOR SANGUINETTI.- En el mismo clima espiritual que nos invocó Carlos Maggi, y a la inversa de él que estuvo toda la semana reflexionando sobre qué podía decir, yo llegué pensando que no tenía que hablar. Eso me da una gran ventaja, porque parto de sus palabras y de la espontánea reflexión que me la provocaron y es muy importante. En primer lugar, porque de Hugo puedo hablar desde medio siglo de amistad y desde compartir un Gobierno donde me tocó ser el Presidente y él el Vicepresidente. En un momento muy difícil de Brasil, cuando murió Tancredo Neves, un ilustre jurista, dijo: “El Vicepresidente no es Vicepresidente del Presidente, es Vicepresidente de la República.” Creo que eso fue así en nuestro caso. Él no era el sustituto del Presidente, sino que era el Vicepresidente de la República presidiendo este Cuerpo parlamentario, actuando en los Consejos de Ministros con su voz propia y haciéndolo con la hidalguía y espíritu que lo caracterizó.
Voy a partir de la reflexión de Carlos Maggi. En ese sentido, pienso en lo que es esta sociedad llamada “posmoderna” –estos son los nombres que los sociólogos les ponen a las cosas- y en la devaluación que ha hecho de las palabras acaso más cargadas de valor y más profundas en la historia. Si uno dice de alguien que es bueno, que quizás es lo más que se puede decir de un humano, enseguida va a ser entendido como que es alguien una persona sin un perfil fuerte, brillante, destacable. Hugo fue alguien sustantivamente bueno y por bueno era honrado, amistoso y leal. Por bueno tenía todos esos atributos: era justamente eso, un hombre bueno. Creo que en este caso es bueno reivindicar este aspecto para ayudar a la palabra, porque nadie pone en duda que eso significa muchos valores y calidad. Sucede lo mismo con el carácter y, en general, cuando se dice que un hombre tiene carácter, significa que tiene un mal carácter. Nunca escuché a nadie decir de Batalla: “Qué carácter tiene”, porque tenía buen carácter. Sin embargo, fue dirigente de una huelga municipal de un Gobierno de su partido, por ella se peleó con la mitad de él y siguió luchando con convicción dentro del partido. Se formó muy cerca de Luis Batlle y un día, dentro del Partido, hizo rancho aparte. Esto lo viví quizás como nadie porque por un lado recibía tempranito las llamadas de Luis Batlle en el diario y, por otro, trabajaba junto a Zelmar que iba a la misma hora y que se retiraba temprano para no hablar con el resto, porque ya teníamos ciertas diferencias políticas. Un día dijo que como era batllista iba a integrar esa aventura que se llamaba Frente Amplio y lo hizo por convicción batllista junto a Zelmar. Eso lo discutimos mucho y no fue algo que sucedió espontáneamente. Recuerdo que nos reuníamos con Michelini todas las mañanas muy temprano, en una confitería que se encuentra en la Plaza Matriz y que ahora tiene otro nombre, y muchas veces se discutía sobre esto. Después también tuvo el coraje de salir y asumir un rol independiente y, posteriormente, lo tuvo para hacer un acuerdo con nosotros, el que fue solemnizado en esta Sala. Entonces, destaco el carácter que se necesita para asumir todo esto y agrego que hay muchos políticos que quizás solemos aparecer como muy coherentes, simplemente porque nos falta carácter para poder dar ciertos pasos que, más de una vez, habremos querido dar. Sin embargo, nadie diría que Batalla era un “carácter”, porque la palabra la hemos devaluado y es necesario poner un rostro ríspido para que alguien diga que se tiene carácter. Batalla era un hombre bueno con un gran carácter.
En la actualidad, en nuestro mundo post moderno y light, la gente no existe sino que lo que cuenta es la imagen. De eso es de lo que se habla y se destaca que fulano tiene mucha o poca imagen. Con respecto a esto, me pregunto qué es la imagen y bueno, a veces, es poner en la televisión un sonrisa de vendedor de seguros –creo que esto le habría gustado a Hugo-, usar un estilo tierno, no chocar con nadie, transitar con todos y ser a la vez de izquierda y de derecha, lo que construye una gran imagen. Ahora bien, la imagen no quiere decir nada, es lo que se ve en la tele, pero eso no es lo que importa sino que lo realmente importante es la realidad. La Iglesia Católica discutió eso durante varios siglos en aquello relativo a la querella de las imágenes y finalmente lo que importa es Dios y no los íconos. En lo relativo a los hombres sucede lo mismo y en un mundo descafeinado lo que importa es la imagen. En ese sentido, creo que Hugo, en términos modernos, tuvo una gran imagen pese a que era la anti-imagen porque nunca lo vi preocuparse por una corbata para salir en la tele, o por el saco que alguna vez le prestamos porque le dijimos que no podía salir con la facha que tenía. Esas cosas pasaron más de una vez y en alguna ocasión también sucedió que hubiera perdido algún botón y no recordó pedirle a Hilda que lo cosiera. Entonces, Hugo no era imagen, era sustancia, era la nobleza del roble y en medio de ese talante amistoso, afectuoso y de ese chiste oportuno que siempre aparecía, aún en las circunstancias más dramáticas muchas de las cuales nos tocaron vivir juntos, nunca le vimos dejarse arrastrar ni por la pasión de la tragedia ni por el exceso. Tenía la seguridad de aquél que se sentía firme y convencido en aquello para lo que estaba dedicado. Su convicción fue siempre la misma; integró numerosos proyectos políticos diciendo siempre lo mismo y por eso su coherencia era sustantiva. Ese es el otro tema porque Carlos recién hablaba de la opinión pública que es un monstruo sin cabeza, que apareció en los últimos años. Cuando la democracia era democracia real no había opinión pública sino que había ciudadanos y Parlamento. A su vez, el ciudadano no era el de hoy que a veces es consumidor, siempre insatisfecho, contribuyente, siempre enojado o trabajador desgraciadamente siempre inseguro. Pero, ciudadano, es decir titular de derechos y obligaciones en una sociedad democráticamente organizada por la libertad, eso hoy tampoco sabemos bien lo que es. Si uno dice “ciudadano” lo miran, no está en el discurso ni en el debate. Eso era Hugo, el ciudadano, el titular de derechos y obligaciones y el hombre inteligente. Es decir que buscó siempre lo mismo por diversos caminos. Los que no cambian de camino son los empecinados o los tontos. Los inteligentes siempre han buscado caminos diversos y normalmente para buscar lo mismo porque su inteligencia les ha generado un pensamiento y en el caso de Hugo era un pensamiento vinculado a la sensibilidad. Es decir, él siempre sintió el espíritu de fraternidad, esa otra palabra hoy también bastante devaluada y que ya no se sabe muy bien qué quiere decir, cuando es lo que es: el compañerismo con el semejante, la compasión en el mejor sentido de la palabra frente al dolor. Eso hoy ha sido sustituido a veces por el largo acordeón de la solidaridad, debajo de la cual –como lo dice la vieja frase- tantos y tantos crímenes se han cometido, casi tantos como los que se han llevado a cabo invocando la palabra libertad. La fraternidad no es ese magma extraño de la solidaridad el cual se vive invocando a veces para cortar libertades, la fraternidad es la actitud humana que tampoco es la caridad porque esta se expresa desde alguien que tiene frente a alguien que no y esto es muy distinto. Yo diría que Hugo fue justamente lo opuesto ya que no creía en la caridad sino en la fraternidad, en esa relación humana entrañable y profunda que mantuvo con tanta gente, aún en las distancias políticas, sabedores todos de que siempre allí íbamos a encontrar esa reacción; la del espíritu sustantivamente fraterno. Entonces, qué extraño personaje, tan sencillo aparentemente, tan complejo cuando uno se pone a pensar en él. Aparentemente tan liviano en sus gestos por su buen talante, buen humor, frescura, espontaneidad y hasta por su desaliño. Sin embargo, era tan extraordinariamente complejo y sustantivo en todas las dimensiones en que lo miráramos. En definitiva, siempre buscando eso mismo, el mejoramiento de la gente, el auténtico sentido del desarrollo social y siempre dentro de la libertad. Mucha gente se perdió en el camino de la búsqueda de la justicia social y abandonó el espíritu de la libertad y creo que si algo nos ha enseñado la historia es que cuando libertad y justicia se conjugan separadamente se ponen en peligro las dos. Eso creo que en definitiva es lo que sintió Hugo siempre, fue un luchador de la libertad y de la justicia, palabras que también hoy aparecen tan particularmente devaluadas y confundidas, pero que siguen siendo en definitiva aquellas de las pocas por las cuales vale la pena vivir y por las que vale la pena dedicarse a la vida pública. Por eso Hugo es eso: es libertad y es justicia. Nada más ni nada menos.

lunes, octubre 02, 2006

Se cumple hoy un nuevo aniversario de aquel aciago 3 de octubre de 1998.
Por supuesto, los recuerdos se agolpan y se mezclan, pero en homenaje a Hugo, no se puede menos que elegir los buenos, ese enorme montón de buenos recuerdos que se suceden cuando lo recordamos.
Así que para conmemorar y celebrar su vida, hoy solamente quiero compartir algunas desordenadas fotos de esos buenos momentos, y el texto de un amigo que me hiciera llegar hace un tiempo y que guardé para hoy.
Saludos!
Laura
Con el Papa JuanPablo II, en el Vaticano, en 1997.
Un buen rato conversando con el Papa Wojtyla, momento que sigue siendo muy recordado por mi madre.
Almorzando con Chichita... ¿o con Cacho de la Cruz?
Fue muy gracioso, y Hugo se divirtió muchísimo.
Lamentablemente no tenemos grabación. Aún no pululaban los medios portátiles de registro de imágenes, por lo cual de muchos eventos no tenemos ni foto, ni grabación ni nada.
Por suerte queda este recuerdo de un buen momento.
Con los Reyes de España, en 1997, en la recepción en el Palacio Legislativo.
No es fácil escribir cuando los recuerdos se vienen a la mente en forma desordenada.

Mis primeros recuerdos de Hugo en forma personal vienen de la campaña de1989 con el Nuevo Espacio. Siendo yo un adolescente de catorce años, tuve la oportunidad de conocerlo en esa época. El ya me conocía pues tenia una relación de muchos años con mi familia. Mi papá fue fundador de la 99 en Bella Unión y, perseguido en la dictadura, se vino a Montevideo y en más de una vez Hugo lo ayudó; eso es algo que también se lo debo.

Qué contar de esas épocas! Como todos sabemos, en campaña la locura es muy grande, mas cuando se es el candidato a Presidente, pero todos sabemos que Hugo era alguien sencillo y lo que me viene a la memoria en esas épocas, siendo yo muy chico, iniciándome en esto de la política, es que siempre tenía el tiempo para atendernos a todos. Sabido es que los mas jóvenes somos los que hacemos el trabajo de campo, más en el interior: hacer los chorizos en la parrilla, estar preocupados de que no falte nada, arreglar las sillas y muchas veces no se tiene tiempo de participar o estar cerca de los lideres. Pero Hugo siempre se daba su tiempo, ya sea yendo a comer los chorizos con nosotros o quedándose un rato mas después del acto, a charlar con todos aunque esto significara menos horas de sueño.

También recuerdo que siempre tenia tiempo para ir hasta Bella Unión a pesar de la distancia, inclusive siendo Vicepresidente, ya sea para un acto político o simplemente a comer un asado con la barra. Nos hablaba a los jóvenes y nos aconsejaba, nos decía que teníamos que estudiar, ya que era la única manera de triunfar, y que si el siendo el hijo de un zapatero calabrés pudo estudiar en la enseñanza publica y llegar a ser Vicepresidente, estudiando y esforzándose y no traicionando nuestros principios podíamos llegar a cualquier lado. Defendía la enseñanza pública y soñaba con que todos la tuvieran al alcance de la mano.

Recuerdo un asado en el cual estábamos todos rodeándolo y lo escuchábamos atentamente. Los niños, entre los cuales se encontraba mi hija mayor, que no tendría mas de 2 o 3 años, llegaron para ofrecerle un dibujo y una pequeña obra de teatro inventada por ellos. Enseguida nos interrumpió y les prestó toda su atención, luego siguió con su charla política y los niños quedaron muy felices.

¡Era fanático de los boniatos! Siempre que cosechábamos en la chacra una buena caja era enviada a Hugo, el cual se encargaba de agradecer y decir que los mejores boniatos eran producidos en Bella Unión en la chacra del negro Bolfarini (mi padre).

En la campaña del 94 cuando era aun mas complicado poder hablar o ver a Hugo ya que fue una campaña más grande y de otro tipo, en oportunidad de su pasaje por nuestra ciudad, se hizo un tiempo para poder visitarnos en la chacra, recorrerla, charlar con nosotros, sacarse fotos. Eso demuestra su sencillez, ya que a pesar de la locura de una campaña política se hacía su tiempo para visitar a sus amigos.

Luego, cuando me vine a vivir a la capital, siempre tenia la puerta de su despacho abierta y su teléfono listo para atenderme. Cuando iba a visitarlo siempre se hacia un tiempo, aunque fueran cinco minutitos; siempre que me veía hacia referencia a que yo tenía mucho pelo y muy negro y comentaba que mi padre lo tenia igual, lo que le daba un poco de envidia, aunque se lo tomaba con mucho humor.

Me acuerdo que en oportunidad de invitarlo a mi casamiento como padrino del mismo, declinó muy amablemente la propuesta. Aun hoy recuerdo sus palabras: ”No, yo no puedo ser tu padrino. Mejor que lo sea tu viejo, quédate tranquilo que yo hablo con él.”

Hay muchos detalles y frases que me vienen a la mente cuando lo recuerdo. Uno de ellos es cuando, haciendo un gran esfuerzo físico, se presentó en el senado para informar su problema de salud. Ese día mi padre vino de Bella Unión para estar con él, y con mi hermana que en esos años vivía acá fuimos a acompañarlo. Recuerdo como si fuera hoy que estando en las barras frente a frente con Hugo, sentado en el sillón del la presidencia, una de las primeras cosas que hizo fue levantar su vista y saludarnos.

Hay dos frases que siempre recuerdo de él, y que en muchos casos aplico. Una de ellas es que cuando todo el mundo hablaba de enriquecimiento ilícito él estaba en un franco empobrecimiento licito. La otra frase que le recuerdo decir era que si alguien venia y decía que era su mano derecha, no le creyéramos porque el escribía con la izquierda.

No se muy bien como terminar esto, simplemente decir que me siento feliz por haberlo conocido y aun hoy poder compartir el contacto con ustedes.

Edgardo Bolfarini
En el Cerro de Montevideo, Hilda y Hugo, de novios.
El auto, un convertible espectacular, era de Sergio Abal, un amigo entrañable de toda la vida.
En El Pinar, allá por 1963. El auto es un Renaul Fregate que tenía la desagradable costumbre de perder la rueda trasera derecha.
La ventaja era que avisaba con un pequeño ruidito que daba tiempo a tomar las previsiones del caso.
Afortunadamente, la poca velocidad que era capaz de desarrollar el vehículo, hacía imposible todo accidente!

viernes, julio 21, 2006



HOMENAJE DE LA
JUNTA DEPARTAMENTAL
DE MONTEVIDEO AL DOCTOR
HUGO BATALLA PARENTINI

VICEPRESIDENTE DE LA REPÚBLICA,
LEGISLADOR, ABOGADO, DEFENSOR
DE LOS DERECHOS HUMANOS, DEMÓCRATA,
CIUDADANO DE UNA GRAN HONRADEZ CIVICA
Y SÍMBOLO DE TOLERANCIA.

11/07/1926 - 03/10/1998

Placa colocada el 12 de octubre de 2004
en la intersección de la
Avda. Manuel Herrera y Obes
y Angel Salvo,
entrada a Pueblo Victoria,
barrio natal del Dr. Hugo Batalla


Idea del proyecto e investigación a cargo del Edil Roberto Servia

Al acto de inauguración concurrieron, en una lluviosa mañana,
familiares del Dr. Batalla, el Dr. Julio Ma. Sanguinetti y Prof. Marta Canessa,
Prof. Yamandú Fau, y otras autoridades.


viernes, julio 14, 2006

Palabras del Presidente de la República, Julio María Sanguinetti, en el Sepelio del Vicepresidente de la República, Dr. Hugo Batalla.

Panteón Nacional del Cementerio Central, octubre 4 de 1998.

Hilda y familiares todos de Hugo Batalla, amigos, ciudadanos:

Decía Marco Aurelio: "el corazón es la fuente de todo el bien posible y cuando nos adentramos más allá en esa fuente, más corrientes encontramos y sentimos la sensación de lo infinito". Esa fue, acaso, la definición existencial de Hugo Batalla, un hombre al cual el corazón le impregnó la razón, el sentido de la vida, la actitud ante sus semejantes, el espíritu que lo animó cada día para salir con su clásico optimismo y su sonrisa jovial a trabajar, a servir, a ayudar. Fue su corazón una fuente ilimitada de bienes. Y no fue simplemente un sentimiento que se agotaba en sí mismo, sino el sentimiento fecundo que se hace un proyecto de vida.

En Hugo la bondad no fue simplemente la ausencia de maldad, fue el volcarse activo cada día, el poner todo su empeño en cada jornada como si fuera la última para aliviar, para atender, para salvar. Y eso lo inscribió peculiarmente dentro de una personalidad cívica y política singularísima, tan singular como acaso no haya otra que se le parezca, en los últimos 50 años de vida nacional.

Lo movía una permanente inquietud. Buscaba siempre el cambio. Sin embargo, ello no era señal de incorformismo, sino por el contrario la expresión optimista de un país al cual entrañablemente quería, del cual se sentía hijo dilecto, al cual le agradecía y le reconocía todo aquello que le había dado, que lo acompasaba siempre con esa actitud de permanente cambio, de búsqueda, que lo animó a lo largo de toda su existencia.

Por eso en la vida política —y hoy lo comenzamos recién a mirar en perspectiva— podemos decir que fue un constante innovador. Nunca aceptó el convencionalismo, nunca lo ataron las reglas triviales de la vida política, nunca se dejó llevar ni por el grito airado ni por el aplauso fácil, y así siempre estuvo en una corriente que era innovación, que era cambio, que era novedad. Así lo fue en los viejos tiempos de la antigua 15 de Luis Batlle, en la cual nos formamos los de nuestra generación. Así lo fue cuando dentro del Partido Colorado fundan la 99, así lo es cuando da el paso de poner ese conglomerado batllista en la estructura naciente del Frente Amplio, así es cuando se retira de él y busca la definición de un espacio nuevo y distinto. Así lo es cuando logramos hacer un nuevo acuerdo político y una propuesta de cambio político que sintetizamos en aquella fórmula que hicimos juntos y en la cual puso todo su cariño, todo su empeño y toda su convicción.

Esa inquietud, constante de él, lo llevaba siempre a la búsqueda del proyecto político nuevo, de mantener al país siempre en la vanguardia. Era en ese sentido, un batllista sustancial que sentía de Don Pepe el mandato de estar en todo momento adelante de los acontecimientos sociales para tratar de encauzarlos —a veces— las más quizás, enfrentando la incomprensión con un singular coraje cívico. Ayer en el Parlamento, cuando de él se hablaba, comenzó a advertirse esto en toda su dimensión. Fue en esta hora de balance, cuando se empiezan a recordar aquellos episodios en los cuales él enfrenta la corriente.

Recuerdo aquel día en el Palacio Peñarol en que él, que venía envuelto en toda la lucha contra la dictadura, sale a apoyar la designación que estábamos haciendo del Teniente General Medina en el Ministerio. Porque sentía que había allí prenda de paz, porque sentía que allí estaba la búsqueda de paz. Hugo sí sentía entrañablemente que sólo en la paz florecen los derechos, que sólo en la paz se pueden garantizar las libertades de todos, que sólo en la paz podemos decir que los derechos humanos no son sólo una propuesta, sino una realidad que se vive en la jornada tranquila de cada familia.

Siempre asumió actitudes que por ello aparecieron envueltas en la polémica, muchas veces incomprendidas y para muchos de sus compañeros incomprensibles. El tiempo, sin embargo, muestra una línea vertical y permanente. Siempre el cambio, siempre la inquietud de la novedad y siempre la búsqueda de instrumentos para luchar con un profundo compromiso social por los que más lo necesitaban.

Así vivió en paz más allá de los avatares políticos. Acaso sin saberlo, era un confusiano que sentía la vieja pragmática de que aquel que busca todo el día el bienestar ajeno, se asegura el bienestar propio en el sentido de una tranquilidad espiritual. Que le permitía mantener, aún en las más difíciles circunstancias, el ademán sereno, la sonrisa jovial, el chiste oportuno, ese humorismo permanente que le daba un toque de humanidad a todo aquello que lo envolvía.

Lo hacía con un profundo sentido de responsabilidad social que fue madurando con los años, recogiendo siempre los vientos de los tiempos, no encerrándose nunca en las propuestas del pasado, buscando siempre hacia adelante. Responsabilidad social ante los más necesitados, responsabilidad social también de servirlos por modos conducentes, sin deslizarse en esos territorios de la demagogia, en que el sueño se hace promesa y la promesa se transforma en inmoralidad, cuando se sabe que es proposición incumplible.

Lo veíamos en los Consejos de Ministros siempre procurando poner el toque humano, la búsqueda humanista, consciente sin embargo de lo que eran las responsabilidades de un gobierno y los tiempos que vivíamos. Esos tiempos que se nos han venido encima acaso sin estar preparados para ellos y que nos van imponiendo todos los días nuevos senderos de capacitación, de búsqueda, de modos de trabajar, de modos de vivir en que tenemos por un lado que introducirnos en la revolución de la ciencia que cambia y a su vez, preservar aquellos valores que son sustanciales a nuestra civilización.
Eso es lo que hoy más debiéramos evocar todos cuando sentimos que en Hugo se nos va. Quizás y acaso, en profundidad y en sustancia, el más uruguayo de todos los uruguayos. Aquel uruguayo que lo fue sin adornos ni afeites ni definiciones intelectuales. Aquel uruguayo que sentía el país desde su agradecida condición de inmigrante que lo fue su padre, pero que el vivía con intensidad y que disfrutó no hace mucho cuando llegó a Calabria en aquel pobrecito pueblo del cual salió un día su padre para buscar un horizonte y fundar una familia en lugares extraños que no conocía. Vivió el ahí también ese Uruguay real de la gente que vino de esos lugares humildes a buscar aquí bajo este cielo un espacio. El uruguayo esencial de la mano tendida, el uruguayo esencial al cual veíamos en los cafecitos que tomábamos en los tiempos difíciles de la dictadura, él siempre con la mano tendida para ayudar, amparar y arriesgar defendiendo a los que compartía y a los que había antes enfrentado porque él era por encima un hombre de paz, pero poniendo siempre su mano con arrojo, con capacidad de riesgo, sin pensar en consecuencias.

Así vivió, así creció. Nació pobre y vivió pobre y alegre. Murió también alegre y pobre y eso ha de decirse en tiempos en que tantas veces se vitupera del oficio político. No porque el ser pobre sea una virtud, contra nada luchó más Hugo que contra de la pobreza, que no es virtud pero sí testimonio de una vida. Una vida de alguien que ha estado 40 años en el poder y que así llega, desnudo de equipaje a su viaje final sintiendo todos que se va una parte entrañable de nuestro Uruguay. Ese Uruguay esencial, hecho de democracia, de llaneza, de estilo republicano, de fútbol, de tangos, de esquinas, de barrios. En ellas vivió auténticamente y así pudo llegar, desde ese hogar humilde a esta Vicepresidencia de la República que ejercía con alegría y hondura.

Cada vez que nos tocaba alejarnos del país, sentíamos de qué modo vivía el compromiso de ejercer esa Presidencia, del mismo modo que el día que nos devolvía el mando, la tranquilidad y satisfacción de haberlo podido cumplir. Y se encaminaba al Poder Legislativo que era su medio natural y en el cual él vivía, en ese bullente desorden propio de los Parlamentos. Hugo fue parte entrañable del Uruguay, del mejor Uruguay. De aquel Uruguay optimista de los años 50 en que nos formamos, de aquel Uruguay con espíritu ganador.

Decía Plutarco cuando contaba las vidas de los célebres varones de la antigüedad: "La nobleza no se adquiere al nacer, la nobleza se adquiere en la vida y a veces al morir". A este amigo, a este hidalgo, a este caballero, a este caballero de la Democracia y de la República, a este uruguayo entrañable, le damos hoy nuestra despedida. Le decimos que el Uruguay siente el desgarrón de lo que con él se va, de lo que acaso no podamos reproducir porque el no era sólo Hugo sino el sentimiento de tanta gente. La esperanza, el amparo, la alegría de tanta gente, de verlo con su paso rápido y su sonrisa siempre jovial por las calles como lo vimos hasta los últimos días. De este Uruguay que lo recordará cada día con más intensidad. Hoy sentimos este profundo vacío, pero también que nos deja un legado y un mandato, el de continuar trabajando en la vida cívica por la Escuela Pública que adoraba, por la enseñanza pública que adoraba, por los más necesitados con los cuales se sentía obligado y con el profundo sentido de responsabilidad que le decía su corazón y le imponía su razón, aún contra viento y contra marea, pero siempre con la sonrisa esperanzada y optimista que es la que aún en este momento triste, vemos más allá de aquellos árboles y más allá de aquel cielo...

Muchas gracias.

martes, julio 11, 2006

Padre
Patxi Andión

Eres como la mar:
bueno de frente,
peligroso en día gris,
duro y valiente;
llevas en la cabeza
brisas ligeras,
temporal que aún contiene
tu compañera.
Eres como el cantar
de un campesino,
que al cantar va labrando
nuestro camino.
Eres como un dolor
mal repartido,
que se volvió canción
y no quejido.
Eres como la voz
que expende el aire;
eres como un poema
de Miguel Hernández;
y presumes de ser
puro paisano,
de haber sido y de ser
republicano.
Compañero del sol,
fiel compañero,
nunca te preocupó en nada
ser el primero;
eres como el sudor:
callado y quieto,
y nunca abriste el cajón
de tu propio respeto.
Y no quisiste jamás
salvarte solo,
porque no hay salvación - decías -

si no es con todos.
No sabes de venganzas
ni de desquites.
Gorrión que cantó siempre,
aún sin alpiste.
Eres como la sangre,
eres el aire,
la mar, la barca, el remo
y el navegante;
timonel de mi alma,
más que nadie…
y aún eres muchas cosas más
que me callo y me callan…
Padre



Esta canción es una de las que más le gustaban a mi padre.
La supe cantar, en lejanos tiempos...

domingo, julio 09, 2006

CRÓNICA
Paren las rotativas, salvemos a Batalla
Por Alberto Zumarán
Publicado en Revista TRES, en octubre de 1998.

En las postrimerías de la dictadura, dos compatriotas -Uberfil y Lilián- fueron detenidos en Porto Alegre y trasladados por efectivos uruguayos hasta nuestro país, donde permanecían detenidos. El episodio sirvió para revelar la coordinación entre los aparatos represivos de la región. Hugo Batalla, como en tantas otras ocasiones en aquellos años de opresión, asumió la defensa de Lilián y Uberfil.

Así las cosas, una mañana, tempranito, llegó hasta mi casa un sacerdote amigo para confiarme que otro sacerdote había recibido, no la confesión, pero sí la consulta, tensa y angustiada, de un oficial militar que se habría conjurado con otros para dar muerte a Hugo Batalla. La conjura tenía el propósito de "vengarse" y castigar con la muerte la conducta valiente y comprometida de Batalla, que había asumido la defensa de otros muchos y muy connotados "subversivos" de la época. Con la muerte de Batalla, los conjurados perseguían el propósito de hacer abortar el naciente proceso de retorno a la democracia que consideraban una traición a la causa común que los había congregado durante los años del "proceso".

Resolvimos comunicarnos de inmediato con Hugo para imponerle del peligro que corría pues el atentado era inminente. Hugo vino a mi casa sobre el mediodía. El sacerdote barajó algunos nombres de los conjurados y éstos coincidían con algunos (le los que habrían participado del secuestro de los compatriotas. Batalla permaneció imperturbable. En todo momento restaba importancia al episodio. Sostenía que no iban a atentar contra su vida sino que buscaban amedrentarlo. No aceptaba que hiciéramos nada más por él. Quería dejar mi casa de inmediato para no comprometerme. A duras penas conseguimos que permaneciera unas horas.

Reunimos a la Comisión Uruguay de Derechos Humanos, que presidía Horacio Terra Arocena. Contra la opinión de Hugo hicimos una gestión ante el embajador Shaw para asilarlo en la embajada de España. La gestión que llevamos adelante con el doclor Francisco Ottonelli y Jaurena fracasó rotundamente porque el reino de España no reconoce el derecho de asilo y por la negativa de Batalla a asilarse. Corrían las horas. Algo había que hacer. Entonces pensamos que una forma de protegerlo consistiría en que se supiera que la comisión tenía los nombres de los que cometerían el atentado. Este curso de acción contó con la aprobación de Batalla. Allá fui hasta El País. Ya era noche. La edición estaba pronta para entrar en máquinas y nadie había allí con autoridad suficiente como para introducir un cambio de esa entidad y sobre iodo, con ese peligro para la salud del diario y de sus directores. Salí por Cuareim hasta 18 para tornar hasta mi casa. Caminaba cabizbajo. Tenía que decirle a Hugo que no había encontrado ninguna solución. Llegué hasta 18 y Yaguarón. Frente a mí se levantaba la silueta del edificio de El Día. En mi vida había entrado a esa casa. Pero la necesidad tiene cara de hereje. Entré. Pregunté por quién a estaba al frente del diario a esas horas. Me atendió Francisco Artigas, a quien no conocía. Le conté, sucintamente, en lo que andaba. Garabateamos sobre su mesa de trabajo el titular de primera, a toda página, dando la noticia del intento de atentar contra la vida de Hugo, la intervención de la comisión y que ésta conocía los nombres de los involucrados. Artigas dio, en lo que para mi era aquella “caverna", la orden que, sin embargo, sonó en mis oídos como una música celestial: "Paren las rotativas. Cambiamos la primera”.

Volví a mi casa con el ánimo levantado, deseando contarle a Hugo las distintas alternativas de ese día tan agitado. Pero Hugo se había ido. No quería comprometernos más. Hasta el extremo de no dejar la menor pista de dónde había ido o dónde lo podíamos encontrar para ayudarlo en esa instancia tan difícil. Nada. Era un caballero generoso y valiente.
Los invito a escribir sus impresiones, recuerdos, anécdotas... como lo hicieron estas tres personas, en el sitio web anterior.

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Cuando Laura me pidió que recordara algunas anécdotas del Presidente Batalla, no solo significaba una gran responsabilidad, sino un especial honor por el aprecio que le guardo al Presidente y a su familia, entonces esa tarea se transforma en algo muy grato realizado con gran cariño.

Tuve la fortuna de acompañar al Vicepresidente de la República y Presidente de la Asamblea General, en mi calidad de Jefe de Ceremonial del Ministerio de Relaciones Exteriores, en varias oportunidades y en diferentes viajes al exterior. En todas las ocasiones era un especial privilegio hacerlo, pero no solo por lo importante de la misión encomendada, sino por lo grato que se hacia, en virtud de la calidad humana del Dr. Batalla, de doña Hilda y de toda su familia y de su especialísimo sentido del humor.

El Dr. Batalla era una persona extremadamente agradable, en exceso educado y delicado para tratar a la gente con la que debía, por diferentes circunstancias, compartir su jornada; yo nunca le vi – en ninguno de los viajes al exterior que le acompañé – ni cansado ni de mal humor, sino todo lo contrario.

Les citare dos anécdotas. La primera, en oportunidad de viajar a Madrid para participar en una reunión Iberoamericana de Presidentes de Parlamentos Democráticos, el Dr. Batalla acompañado por legisladores uruguayos, al igual que todas las comitivas invitadas por España, fue alojado en el Hotel Palace de Madrid, a escasos metros del Congreso de Diputados , en donde se llevaba a cabo la reunión.



En una jornada, estaba prevista una audiencia real seguida de una recepción en el Palacio Real, para lo cual las autoridades organizadoras habían previsto a los efectos de los traslados de todos los invitados, varios autobuses que salían desde el hotel y les conducirían al Palacio Real a la hora fijada por el protocolo local.

El Dr. Batalla, que además de su amabilidad era caracterizado por su especial sentido de la puntualidad, en aquella oportunidad por razones ajenas a su voluntad se vio retrasado en la hora de partida y por consiguiente, no pudimos tomar los autobuses dispuestos por la organización; esta circunstancia no solo me puso nervioso e inquieto a mí – en mi calidad del encargado de protocolo del presidente – sino que le inquietó al Dr. Batalla al saber que pudiéramos llegar con retraso a la hora fijada del encuentro real.

Recuerdo que presuroso salí a la puerta del Hotel Palace y ya con el presidente en la puerta, acompañado por su Oficial de Enlace, hice señas a un taxi que acertaba a pasar, el que detuvo inmediatamente su marcha; cual fue mi sorpresa cuando veo que el Presidente, en lugar de subir al taxi, cedía el mismo a un matrimonio mayor de turistas que también salían del hotel, seguramente de paseo y sin prisas, pero con apariencia de algo distraídos.

Mi sorpresa no termino ahí, cuando veo que el segundo coche que detuve tampoco nos serviría pues el Presidente en ese momento ve que una señora sola llamaba al mismo taxi y con su especial gesto de amabilidad le cedía el mismo a la nueva pasajera.

Presuroso llame al tercer coche que sí tomamos y que era conducido por una señora, que manifestó extrañeza cuando le comunico que llegábamos tarde al palacio real a una audiencia con el rey y que el pasajero que llevaba era el vicepresidente de Uruguay.

Aquel viaje se hizo corto no solo por la velocidad desarrollada sino por lo gentil de los comentarios del Presidente hacia la conductora, que imagino no podía creer que transportaba a un dignatario extranjero a una audiencia real.

Así llegamos al patio de honor del Palacio Real cuando estaban descendiendo de los autobuses los demás invitados, no imaginando ni el matrimonio de turistas ni la buena señora que aquellos taxis cedidos por un gentil señor eran nada menos que los medios de locomoción rápida de un vicepresidente de un lejano país, para llegar a una audiencia con sus majestades los Reyes de España.

El segundo recuerdo es sobre la visita oficial y creo yo que último viaje en esa calidad del Presidente Batalla, a la China.

La visita organizada con extremo cuidado de todos los detalles por los anfitriones y con especial aprecio a la figura del Dr. Batalla, nos había dado la oportunidad de compartir – en su etapa preparatoria – un agradable asado ofrecido por el Presidente Batalla en la casa del Pinar de sus hijos Sergio y Laura.

En aquella cena a la estaba invitado el Embajador de la China y su señora, tratamos de ir familiarizándonos no solo con algún vocabulario elemental que nos sirviera para nuestro inminente viaje, sino que comentamos sobre las diferentes comidas y estilos de nuestros países.

Todos sabemos lo extremadamente gentiles y detallistas para con sus invitados que son los chinos, pero nunca imaginamos lo grato e inolvidable que sería aquel viaje; pero lo mas cálido de recordar es el hecho de que ante el asombro general incluido el de los anfitriones, el Presidente Batalla demostró – y quizás sin saberlo, ya enfermo – un apetito y una vitalidad increíbles.

Ni la recorrida de la Muralla, que puede ser agotadora cuando no se esta en estado atlético, ni la generosidad ni copiosidad de las comidas ofrecidas, amilanaron al Presidente Batalla, quien nos dio una lección de humildad para cumplir con el programa detallado y sobre todo una lección sobre el especialísimo arte culinario chino, que desplegaba ante nuestros ojos los manjares más extraños y las delicadezas más lejanas que solo – por lo menos en mi caso personal – habíamos apreciado en los libros o películas.

Recordar al Presidente Batalla es siempre un placer pues lo hacemos con una sonrisa, con un agradable recuerdo del pasado que lleno de nostalgia nunca nos deja una lágrima triste, siempre es una hermosa lágrima de alguien que extraña a la gente buena y cálida como el Doctor Batalla.

Gracias por esta oportunidad.
Carlos Barañano

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Montevideo, 3 de octubre de 2003

Excmo. Sr. Vicepresidente de la
República Oriental del Uruguay
Sr. Dr. Hugo Batalla

PRESENTE

Muy querido Hugo:

A través de ésta, deseo expresar el gran honor que significó para mí el hecho de que Laura, tu hija, me solicitara que escribiera algo recordándote.

Este hecho trajo a mi mente un sinnúmero de recuerdos, formando una gran mezcla de la época, los casi 20 años, que compartimos en nuestra querida 99.

Nunca imaginé que una persona como yo, modesto obrero del quehacer de la 99, fuera uno de los elegidos para cooperar en brindarte este homenaje, sincero, sencillo, pero de gran contenido emotivo.

No puedo ofrecerte otro homenaje que decirte que siempre estuviste y estarás presente en mi mente, mi corazón y mi espíritu como el experto timonel que me orientó y me orienta, sobre todo en las acciones políticas que realizara o realizaré, si la vida así lo define. En cada oportunidad pensé, pienso y pensaré ¿qué opinaría “el Hugo” en esta situación?”

En mi vida tuve numerosos momentos de aprendizaje, de los cuales los más importantes quizás, no fueron los curriculares. Uno de los más significativos, fue mi pasaje por la 99, viéndote actuar a ti, Hugo.
Tú no solo enseñabas con las palabras, sino, -y esto es lo más sustancial- lo hacías con los hechos, dando el ejemplo de un líder de mente amplia, con las ideas claras, pero con una tolerancia realmente envidiable hacia lo opinión de los demás; fuera quien fuera y ocupara el lugar que ocupara. Con convicciones que eran fruto de una coherencia ideológica que te llevó y nos llevó a recorrer duros caminos, pero siempre con la coherencia que da el tener una idea clara de lo que pretendemos.

Los que te queremos, sabemos que el mote de “indeciso” que algunos mal pensados o mal intencionados te endilgaban, no era más que eso, un mote. Tú siempre decidiste. Siempre, luego de meditar profundamente las cosas, y, lo más valioso, teniendo en cuenta que tu decisión no resultara en daño para los demás.

Contigo aprendí que es posible actuar en política con muy buenas intenciones, pensando qué será lo mejor para los demás, lo mejor para nuestra querida Patria y todos sus habitantes.

En base a ello entregaste todo el esfuerzo de tu vida. Jugándote mucho en los momentos más difíciles y sin alardes posteriores para tu persona. Quedándote entre nosotros y ayudando en todo lo posible desde tu profesión, a los que lo necesitaban, sin mezquindades e independientemente de su posición política.

La integridad que te caracterizó hizo que nunca fueras capaz de hacer una zancadilla a nadie, para lograr o mantener tu bien merecido lugar de líder de un grupo político como la 99, luego de la desgracia sufrida por Zelmar.
La dirigiste por aguas muy agitadas, pero con mano firme en el timón.

Contigo, entre otras cosas, aprendí el real concepto de la Democracia.
Pensar que cuando era estudiante, y antes de perder la que teníamos en nuestro país, algunos dirigentes nos llevaban a en frente del edificio del Diario El Día a gritar “fascistas”, ¡qué horror!. Cómo después extrañamos a ese glorioso Diario, emblema del pensamiento laico, democrático y solidario, y que para colmo, su edificio en el momento actual, fue convertido en un garito, sí un garito que funciona día y noche todos los días. ¡Cómo cambian los valores!

Nunca olvidaré todo lo que insistías en que debíamos dejar de ser un grupo testigo del quehacer político y pasar a ser realmente parte del esfuerzo tan grande que significa el gobernar de forma adecuada a un país.
Lo lograste y lo lograste en tu estilo, sin imposiciones, en una discusión abierta, donde tuvo derecho a opinar hasta el último en haber adherido a la 99.

Así fue como pudimos llegar a formar parte del Poder Ejecutivo y esto trajo, como tú tenías muy claro, otra enseñanza: no es lo mismo “armar” un país desde los escritorios de las distintas comisiones que conforman un partido político, que colaborar en la conducción de un gobierno. Sobre todo, si esto se quiere hacer basado en los principios que tú pregonabas: democracia, tolerancia, cristalinidad y transparencia, y pensando siempre en la gente, que en definitiva, será la receptora de las acciones del Gobierno.

Recuerdo lo contento que te pusiste, allá en el Hotel Victoria Plaza, cuando fui a consultarte si aceptaba la propuesta de ocupar el cargo de Sub Director General de Salud del MSP que me hacía el entonces Ministro, Dr. Solari. Si la memoria no me traiciona, tuve el honor de ser el primer integrante de nuestro grupo, que ocupó un pequeño cargo de responsabilidad en el Ejecutivo. Claro, y no por obvio lo voy a ignorar, tú ya habías sido electo Vicepresidente de la República.

Te felicito, dijiste, y luego de algún intercambio de ideas, otra enseñanza: dedicate a ello con todas tus fuerzas, pero no abandones tu laboratorio, tu trabajo privado.

Gracias Hugo, gracias por tus enseñanzas y por tu apoyo constante.

Por eso, creo que el mejor homenaje que te podemos hacer, es decir que estás y estarás siempre presente aunque no te tengamos físicamente entre nosotros, Excelentísimo Sr. Vicepresidente.

Dr. Gustavo Giussi

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Dr. Hugo Batalla
Ya corrieron 5 años desde que, con humildad, como transcurrió su vida, se fue.
Para el Uruguay es un orgullo contarlo entre sus hijos más dilectos. Y para quienes lo conocimos y lo tratamos, un honor.
Nunca milité en sus filas, pero siempre sentí por él un gran respeto y una gran admiración. Siempre valoré su hombría de bien, su darse al prójimo en forma generosa y su bonhomía.
Pero no debe confundirse su bonhomía, su aspecto bohemio y un poco descuidado, con flaqueza de carácter.
Fue el hombre que, durante la dictadura, defendió a muchos presos políticos, entre ellos al Gral. Seregni.
Fue el hombre que, por encima de conveniencias o cálculos políticos, cuando entendió que no podía seguir en el Frente Amplio porque no reflejaba su pensamiento, con la frente alta y sin titubeos se fue, afrontando todas las consecuencias.
Fue el hombre que, siendo Vicepresidente de la República, no dejó su entrañable barrio de La Teja, hasta el momento en que la intolerancia y las agresiones de quienes él consideraba sus amigos lo obligaron a irse. Y lo hizo con los dientes apretados y lágrimas en los ojos, porque él adoraba su barrio.
Fue el hombre que, más allá de haber muerto, dejó la imborrable estela de alguien que vivió, que vivió intensamente y que siguió siendo para sus amigos “el Hugo”, título que no cualquiera puede ostentar, porque para ello es necesario ser amigo y, fundamentalmente, ser hombre...
Es muy triste que la gente muera cuando aún le queda mucho por hacer; pero lo importante y trascendente del Dr. Batalla es que vivió y que, al decir de Chesterton, en cada sol y cada luna, él estará presente.
Por eso hoy, a 5 años de su muerte, pienso que su familia y quienes de una u otra manera lo quisimos, debemos estar orgullosos y recordarlo como estoy segura que a él le gustaría: con una sonrisa.

Rita Semino
Actividad parlamentaria en los '60 y los '70





Haciendo uso de la palabra...


Boda Hugo Batalla - Hilda Flores
Parroquia de la Inmaculada Concepción, Paso Molino
25 de marzo de 1954.




Los padres de Hugo, Herminia Parentini y Felipe Batalla, el día de su boda, el 21 de diciembre de 1907. Los padres de Herminia, ya mayores. Herminia, en un retrato de su adolescencia. Felipe, en su carnet de trabajo. La familia Arbelbide, despidiendo a Elbio, que viajaba a Europa. Hugo es el niño de pantalones cortos.





La Comuna de Laganadi, en la región de Calabria, en la provincia de Reggio Calabria, lugar de nacimiento de mi abuelo Felipe. Una visión fotográfica de los años 50, y una visión moderna, obtenida a través de GoogleEarth.